martes, 28 de abril de 2009

Voces Ocultas



Tierras mejicanas eran estas…. cerca de una zona arqueológica mostrando aun vestigios de alguna antigua civilización maya…. les llamaban lugares de poder.
Esta era también, la noche del equinoccio de primavera…aun el ocaso cuando prepararon el lugar del abuelo fuego, a su lado, el altar era sencillo y hermoso…hizo su aparición la luna llena…llego gente de todo tipo, lugareños y visitantes de todo el mundo.
Unos, asistían en ceremonial actitud, otros cansados de trabajar, a descargar a llevarse algo…. buscaban un enfoque dentro de tanta explosión de paz natural
la mayoría…atraídos por la música… los tambores … el hombre se sentía en el paraiso primigenio… tomando todo lo que tenía a su alcance… las chicas, se creian hadas de la noche con sus cuerpos volatiles… se sentían más mujeres que nunca…generosas con su ser…. se desprendían buscando dejarse llevar fácilmente… transformando los instintos en idolatria a dioses terrenales...visitantes del arco iris que van por el mundo drogándose y armando orgias… creyendo que de este modo participan de ceremonias chamanicas.
Los asistentes aplaudían, bailaban varios en círculos o se apartaban en tímidas danzas individuales….mientras el fuego crepitaba acompañando las danzas con sus altas llamas tratando de tocarles…enviando a sus diminutas criaturas a devorar ávidamente lo que hubiera a su alcance… un largo caminito alumbrado por varias velas encendidas…llevaba hacia un gran circulo formado por honguitos San Isidro.
La luna, observaba desde lo alto cuando llego el furor… tanto, que si se hubiera solicitado un voluntario para alguna especie de sacrificio…seguramente alguno se habría entregado a el, así… de perdidos como estaban…. sin parar de sonar en repetitiva letanía los tambores…era demasiado para todos… no sabían que hacer ante tanta belleza…. sin ningún respeto…la mayoría no supo nada mas sino caer en el desenfreno…. arrancando sus ropas como si les quemaran….ofreciéndose a lo que fuera. Otros, daban la espalda…y los demás… corrían perdidos entre los arboles, ahora cual sombras oscuras, eternos y mudos testigos de los inconscientes amantes de lo desconocido.


Un Equinoccio



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